No, no voy a hablarles de Kiss, Iron Maiden o Metallica, bandas casi ancianas que en algunos casos siguen despachando música por ese problema que tienen las gentes de en un sola vida sólo saber hacer una cosa. Este escrito, que no será musical, quiere volver a llamar la atención sobre los ‘metales pesados’ (heavy metals) que se mete cada chino entre pecho y espalda cada vez que come, bebe o se lava los dientes. Metales tales como el arsénico, el cadmio, el cobre y el mercurio entran en los cuerpos de los parias de esa sociedad –y de todos aquellos extranjeros que residen en tan peligrosa tierra- como Pedro por su casa, estando los datos oficiales capados de cuántos mueren al año por estas causas y cuántos enferman de por vida.
En Cantón, provincia china no precisamente retrasada, con una industria y puertos potentísimos, y vecina de la ultra capitalista Hong Kong, no ganan para sustos; que tras el descubrimiento la semana pasada de toneladas de arroz que se distribuían en supermercados de toda la región en los que sus granos habían sido blanqueados con algún producto plagado de cadmio, se encuentran ahora con que el 25% de las verduras que se cultivan en la zona poseen “altísimas concentraciones de metales pesados” dañinos para la salud. Como pueden ver no hay que visitar la destruida planta nuclear de Fukushima para poder darse el caso de encontrar a perros con dos cabezas.
Plomo, cromo, zinc y níquel también fueron descubiertos en numerosísimas verduras que se cultivan en las ciudades de Cantón, Dongguan y Conghua, y que no sólo abastecen a sus poblaciones, sino a otras provincias del país e incluso a otros países. Está más que demostrado que esas cantidades de metales pesados pululando por un cuerpo humano es causa obligada de problemas nerviosos y sobre todo de cáncer. En el caso de niños y ancianos infectados, el problema es aún mayor. Por eso podríamos decir que China es al progreso lo que el encefalograma plano a unas pruebas de selectividad.
Yu Jiane, oficial provincial del departamento de agricultura, ha sido el que ha lanzado la voz de alarma advirtiendo que “el problema no es sólo regional, sino que abarca más áreas de China, hasta donde se venden esos vegetales contaminados”. Yu incide en un hecho muy importante: “Desde el año 2006 se sabe del problema de la contaminación y sobre todo que va en aumento. Pero aún los gobiernos prefieren que haya trabajo y supuesto progreso a vida”. La desinformación es absoluta y mientras cada año los casos de fallecidos o enfermos terminales crecen, los políticos del PCCh siguen ocultando una realidad que comienza a ser la comidilla de una población que se pregunta qué les está ocurriendo. Se sabe que la tierra está contaminada pero no se quiere detener la cosecha. O sea, la ganancia.
Una investigación interna del propio gobierno chino admite que a lo largo del pasado año se tiraron al Mar del Sur de China, por medio el gigantesco delta del Río de la Perla, más de 3.700 toneladas de metales pesados. Luego se cuentan por miles los casos de envenenamientos masivos tras importantes festivales culinarios basados en los mariscos infectados de la zona.
Para demostrar qué intereses poseen unos sistemas políticos y otros, el gobierno de Hong Kong, principal destino de estas verduras, concentra todo su esfuerzo en perseguir el delito y desechar a las compañías que distribuyen productos contaminados. De enero a abril analizaron en la frontera 840 vegetales de los que sólo 13 poseían cantidades altas de cadmio. Porcentaje lejanísimo al 25% con el que carga China. Queda claro que el gobierno chino pasa del asunto permitiendo que todos los alimentos contaminados circulen sin pudor a lo largo y ancho del país basándose en un teoría calamitosa que debería alertar al resto del mundo: mejor producir, al coste que sea, que pararnos. Siquiera para corregirnos.